Opinión

Por un mejor año escolar 2020

Todos debemos ser parte de esa transformación del espíritu nacionalista en los estudiantes panameños, dejando a un lado los intereses personales.


Modesto Rangel Miranda
modestorangel46@gmail.com

La lucha por la excelencia educativa, no es de este siglo, la herencia legada por España y los retrasos del sistema colombiano, proyectaron excesivas deficiencias donde solamente se encaminaba un pueblo sin una verdadera visión más allá del 3 de noviembre, cuando la brecha educativa se rompió al momento de constituirnos legalmente como República de Panamá, pero lo triste fue el sometimiento al sistema estadounidense que dividió las clases en un sistema segregacionista, similar a los estados sureños estadounidenses.

El bastión de lucha se consumió el 9 de enero de 1964 y su división histórica en septiembre de 1979, donde marcó el legado para que las futuras generaciones comprendieran que el sistema educativo, todavía, adolece de heridas y brechas generacionales, dónde intereses magisteriales y políticos prevalecen afectando a la gran cantidad de estudiantes en todo el país.

Corría la década de los 70, 80 y 90, muchos docentes tenían ese espíritu de verdadera enseñanza; se constituyeron en la vanguardia y lucha generacional de jóvenes que tenían en su corazón el deseo de una nación libre y soberana.

Concienciación, amor a la vocación y unidad entre docentes, padres de familia y estudiantes, fueron la base para que dieran un verdadero producto profesional, donde muchos abrazaron el recordado lema del general Torrijos, cuando decía: ‘lo mejor para mi pueblo’.

Pero qué sucedió después de la reversión del Canal de Panamá, una generación educativa volteó esos principios y se visualizaron en proyectarse en ser más apegados a sus verdaderos intereses, esquivando el verdadero principio de aquellos próceres y profesores, que desafiaron el poder colombiano que mantuvo a Panamá sucumbida por 82 años en la sombra de la ignorancia.

Estos padres de la docencia en nuestra nación, sembraron la semilla de lucha generacional de un pueblo que jamás aceptó las exigencias estadounidenses en el territorio nacional.

Hoy, después de esos años de ardua lucha por la dignidad soberana y la excelencia educativa, donde se logró forjar en la década de los 80 y 90 a hombres y mujeres al servicio de Dios y la nación, vemos que, ese legado de los docentes y educadores se ha perdido, ya que, sus mayores proyecciones repercute en la afanosa versatilidad de primero mis intereses y después la educación.

Porqué no hay ese sentido de patria; porque los libros de historia de nuestra nación no se completa el ciclo de enseñanza en las escuelas, pareciera que volviéramos a la época del oscurantismo neogranadino y estadounidense.

Basta de enseñanzas mediocres y enfocarse en que sus mayores legados debe ser el cambio que debemos darle a nuestros jóvenes, para que, mañana dejen como legado a las futuras generaciones un verdadero estado soberano libre e independiente como lo soñaba Don Justo Arosemena, en su obra el Estado Federal del Istmo.

La enseñanza debe ser primero y los intereses económicos deben ser secundarios. Así se podrá combatir el fantasma de la ignorancia educativa en nuestra nación.

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